julio 08, 2013

LAS PALABRAS DICEN MUCHAS COSAS QUE NUNCA DICEN NADA

Ya había realizado aquella premisa de batallas y relámpagos bailarines cuando se percató de las interminables sombras que se escondían detrás de su muerte. Como un llanto se inclinó hacia el camino de las sombras pero fue más precisa la desaventura del silencio y se preguntaba por qué los canarios habrían de estar corriendo si ellos pueden volar. Fue entonces cuando la lluvia se venía sobre sus hombros, enfriando su cabeza, evaporando sus pensamientos.

Supuse que debía seguir existiendo la teoría de un demonio juguetón, así que lo vi sentarse bajo el cielo mojado y le grité algunas casualidades, que corrían por la comisura de mi entrecejo, con la intención de influirle la fuerza para despojar su cabeza de las lagrimas del viento. Mientras se acercaba el final de la lluvia me sonrió desfigurado y entendí que debía internarme en su anécdota. Era una balanza desequilibrada, puesto que yo estaba más allá de esa persona que trascendía lo individual y era como yo.

Debía conocerlo, era el destino quien quería con tal capricho, sin embargo es el individualismo quien se opone a su malcriadez e impone disciplina, como este extraño compañero de cuarto a mi lado que sonreía sin ningún motivo y yo lo miraba perdido, entre mis iras y depresiones. Me senté a escucharme… Perdón, quise decir escucharlo; me contaba de una historia fascinante y exprimida, una historia sin motivos de ser vivida.

“Ayer cuando abrió los ojos
Por la mañana y apresuraba mi alma;
Los recuerdos se conectaban todos con ella…
¿La he perdido otra vez?
Es posible que en medio de un  para siempre
Los fuertes vientos
Me hayan sacudido el interior…”

Admito no haber entendido lo que decía, sus palabras sonaban con un tono dulce canción, no me miraba a la cara y se mantenía sin tartamudear. Yo lo miraba inerte, no lo había notado hasta que terminó su historia.

“Ella se ha convertido en mi adicción,
Mi obsesión abstraída de mi mente;
Para oír tu voz
Me extiendo hacia el sol…
Comer me hace pensar en ti,
Esta ciudad se ha convertido en tu rostro;
Estrangulándome en mi propio silencio…
¿Le he perdido otra vez?
Con la posibilidad de siempre;
Los fuertes vientos me han sacudido el interior,
El sol apenas da de sí mismo.
Estoy estrangulado en mi soledad,
Bloquea esto antes de que desaparezca…” 


Siendo esta última palabra dicha sonreí, la canción había sido derribada por las palabras de una fuerte consciencia dividida. No cabría destacar muchas cosas del pasado tras la lluvia, cuando el sol salía después de las nubes, más allá del horizonte, por detrás de los edificios. Se levantó del suelo húmedo y se despidió de mi con un gesto de indiferencia, sin siquiera mirarme a los ojos, sin verse a sí mismo. Yo me quedé desparramado sobre las gotas que, calientes en el suelo, relajaban mi cuerpo.

El sol comenzaba a reflejar sombras en mi cara, por fin comprendía el camino de las sombras que solo aparecen cuando todo es claro y no se esperaba nada de lo que se miraba. 


Yo he vivido situaciones realmente precarias, pero nada tan horrible como la precariedad mental.