Ya había realizado aquella premisa de batallas y relámpagos
bailarines cuando se percató de las interminables sombras que se escondían detrás
de su muerte. Como un llanto se inclinó hacia el camino de las sombras
pero fue más precisa la desaventura del silencio y se preguntaba por qué los
canarios habrían de estar corriendo si ellos pueden volar. Fue entonces cuando
la lluvia se venía sobre sus hombros, enfriando su cabeza, evaporando sus
pensamientos.
Supuse que debía seguir existiendo la teoría de un
demonio juguetón, así que lo vi sentarse bajo el cielo mojado y le grité
algunas casualidades, que corrían por la comisura de mi entrecejo, con la intención
de influirle la fuerza para despojar su cabeza de las lagrimas del viento.
Mientras se acercaba el final de la lluvia me sonrió desfigurado y entendí que
debía internarme en su anécdota. Era una balanza desequilibrada, puesto que yo
estaba más allá de esa persona que trascendía lo individual y era como yo.
Debía conocerlo, era el destino quien quería con
tal capricho, sin embargo es el individualismo quien se opone a su malcriadez e
impone disciplina, como este extraño compañero de cuarto a mi lado que sonreía
sin ningún motivo y yo lo miraba perdido, entre mis iras y depresiones. Me
senté a escucharme… Perdón, quise decir escucharlo; me contaba de una historia
fascinante y exprimida, una historia sin motivos de ser vivida.
“Ayer
cuando abrió los ojos
Por la
mañana y apresuraba mi alma;
Los
recuerdos se conectaban todos con ella…
¿La he perdido
otra vez?
Es posible que
en medio de un para siempre
Los fuertes
vientos
Me hayan
sacudido el interior…”
“Ella
se ha convertido en mi adicción,
Mi obsesión abstraída
de mi mente;
Para oír tu voz
Me extiendo
hacia el sol…
Comer me hace
pensar en ti,
Esta ciudad se
ha convertido en tu rostro;
Estrangulándome en
mi propio silencio…
¿Le he perdido
otra vez?
Con la
posibilidad de siempre;
Los fuertes
vientos me han sacudido el interior,
El sol apenas da
de sí mismo.
Estoy
estrangulado en mi soledad,
Bloquea esto
antes de que desaparezca…”
Siendo esta última palabra dicha sonreí, la canción había sido derribada por las palabras de una fuerte consciencia dividida. No cabría destacar muchas cosas del pasado tras la lluvia, cuando el sol salía después de las nubes, más allá del horizonte, por detrás de los edificios. Se levantó del suelo húmedo y se despidió de mi con un gesto de indiferencia, sin siquiera mirarme a los ojos, sin verse a sí mismo. Yo me quedé desparramado sobre las gotas que, calientes en el suelo, relajaban mi cuerpo.
El sol comenzaba a reflejar sombras en mi cara, por fin comprendía el camino de las sombras que solo aparecen cuando todo es claro y no se esperaba nada de lo que se miraba.
![]() |
Yo he vivido situaciones realmente precarias, pero nada tan horrible como la precariedad mental. |